Dicen que cuando estás enamorado, todo a tu alrededor cambia, los pájaros cantan y el sol brilla. Si así pasa con los mortales, entonces ¿qué pasa en el mundo de los lectores cuando ellos se enamoran?
Colisión total, personajes saliendo de sus cabezas, mundos llenos de frases llegadoras. Pura locura.
O por lo menos así lo viví yo. Como buena lectora, mis emociones salen disparadas a la menor provocación, y una relación es obviamente un gran pretexto.
Aquí algunos aspectos de la vida diaria que generalmente no se viven en tanta armonía y paz:
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Primero que nada, el salir a comprar un libro se vuelve un viaje a otro mundo. Sonríes todo el camino, eres amable con las personas con las que interactúas. Ni el tráfico, ni el calor, ni los accidentes te ponen de malas, todo se te resbala.
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Nadie sabe por qué, sigue siendo un misterio, pero inexplicablemente en la librería sólo encuentras libros como Orgullo y Prejuicio, Rayuela, Poesía de Efraín Huerta, y así podríamos seguir la lista hasta derramar mucha miel.
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Tus personajes favoritos tienen ya un rostro definido: claro, el del susodicho en cuestión.
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Y bueno, esto es lo que me gusta llamar “estar enamorado”: prestar tus libros, esos que siempre fingiste que no tenías o que olvidabas en tu casa para no prestárselos a nadie. Ahora la iniciativa de ponerlos en otras manos es completamente tuya, porque confías ciegamente en la otra persona, y por supuesto, quieres darle algo de ti que nadie más conoce.
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Y entonces, platicar sobre tus libros preferidos o tus personajes de ensueño es un placer. Escuchas a tu interlocutor con toda la atención de la que eres capaz y viceversa, como diría Mario Benedetti. Las conversaciones de ahora en adelante serán un constante asombro, un aprendizaje y una admiración constante.
Tal vez no sea la más adecuada para dar consejos, pero les puedo decir que si se van a enamorar, no se enamoren de cualquiera, enamórense de un lector: que viva intensamente sus emociones, que imagine, que nunca se aburra, que siempre tenga algo que contarles, o una historia que compartirles, y si no, se la inventa.
Enamórense de sus miles de defectos, porque no, un lector no será siempre ordenado ni pulcro, pero sí será la mejor compañía.
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