Leer no siempre es placentero, o más bien, no siempre tiene que serlo, a veces se trata de un ejercicio de conciencia, nos pone a pensar, nos sacude y nos hace interrogarnos sobre lo que nos rodea.
Los cambios son inminentes y las relaciones humanas son algo que se da de forma natural, pero ¿qué pasa cuando el curso de las cosas nos hace pensar que no acercamos al abismo?
La ciencia ficción es un género que nos encanta, pero debo decir que me espanta un poco pensar que todo lo que cabe en la cabeza de un ser humano es completamente posible en el mundo real.
Dice el dicho que la realidad supera a la ficción, yo creo que más bien la alcanza. Así pasó con todos los increíbles inventos que mencionaba Julio Verne en sus maravillosas historias, que parecían traídas de Marte o de Júpiter, y ahora, podemos decir que estos artefactos son parte de nuestra cotidianidad, son parte de la tecnología, de los instrumentos, de la historia del ser humano.
¿Y qué decir de los auriculares y las pantallas planas de las que hablaba Ray Bradbury en 1984?
Y los personajes que más que humanos eran seres automatizados y vacíos.
¿O qué tal las leyes de la robótica que aseguran una convivencia sana entre robots y seres humanos?
Ya que ellos fueron hechos para servir y no para pensar por sí mismos, ¿les suena parecido?
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