Había una vez, una extraña ciudad donde los habitantes eran animales de diferentes especies. La ciudad era extraña porque constantemente cambiaba de clima: un día hacía calor y había selva y plantas por todos lados, y al día siguiente, todo parecía un desierto. Pero a pesar de que el clima era así de cambiante era sin lugar a dudas un lugar magnífico.
Los animales vivían agrupados en diferentes colonias, y cada colonia tenía un líder.
Por un lado, estaba la colonia de los reptiles. Ahí vivían tortugas con grandes caparazones, cocodrilos y lagartos con dientes muy afilados, iguanas que vestían de camuflaje de vez en cuando y algunas serpientes que se arrastraban para llegar a todos lados.
Al norte de la colonia de reptiles estaba la colonia de las aves. Ahí vivían loros que hablaban sin parar, guacamayas que tenían un hermoso plumaje, tucanes que volaban como aviones espía y águilas y halcones con una vista y unos picos enormes.
Al este estaba la colonia de los mamíferos, y ahí vivían elefantes que se bañaban con su propia trompa, leopardos que corrían a gran velocidad, osos con grandes garras que les permitían pescar en el río y cebras que parecían estar disfrazadas con un pijama de rayas.
Al oeste de las colonias, estaban los centros comerciales, la escuela central, el hospital y los edificios de gobierno.
Aunque todos los habitantes parecían vivir en paz, había tantas diferencias entre ellos, y el clima traía tantos cambios de forma inesperada, que sin saber bien por qué, empezaron a surgir problemas.
Había días donde nadie hacia su trabajo y la ciudad comenzaba a verse sucia; todos discutían en las calles y peleaban sin siquiera entender de dónde venían esos sentimientos de querer herir a los demás.
El líder de los mamíferos, un feroz león que tenía una melena dorada hermosa, convocó a los demás líderes para que platicaran de la situación, y después de un tiempo donde discutieron muchas cosas, decidieron que lo mejor sería reunir a toda la población para hablar de los problemas que había en la ciudad.
Y así sucedió: una tarde en la que el sol brillaba muy alto, se reunieron todos para tratar de encontrar una solución a los problemas.
El primero en hablar fue un lagarto: le dijo al elefante que le causaba temor porque su piel estaba arrugada, tenía unas orejas gigantes que no servían para nada y una trompa que se movía sin control.
El elefante, aunque se sintió ofendido porque no podía hacer nada para alisar su piel, le dijo al lagarto que sus orejas tenían una función muy especial: cuando hacía mucho calor, las movía para crear una corriente de aire que refrescaba a los demás. Y su trompa también tenía una función: cuando las lluvias inundaban la ciudad, él la usaba como manguera para poder sacar el exceso de agua y que así, no hubiera inundaciones en la ciudad.
Cuando el elefante terminó de hablar, también tenía algo que decir. Le parecía que las serpientes no hacían nada productivo porque pasaban el tiempo paseando, se arrastraban por la tierra cuando estaba seca y no entendía cómo no podían hacer algo más productivo por el bien de la ciudad.
Las serpientes se enojaron. Ellas sí pasaban mucho tiempo arrastrándose por los diferentes lugares de la ciudad, pero no estaban de paseo. Al cambiar de piel, dejaban esa capa de piel vieja por la tierra y esta ayudaba como abono para que el pasto creciera más bonito y fuerte.
El elefante se sorprendió al saber que los paseos de las serpientes tenían un fin que era muy útil para la ciudad, no se lo había imaginado. Se dio cuenta que había juzgado a las serpientes pensando que eran flojas cuando la realidad era todo lo contrario.
Cuando las serpientes se tranquilizaron, no dudaron en hablar de las aves. Ellas veían que los tucanes, los loros, las guacamayas y las águilas pasaban la mayor del tiempo volando dando vueltas y haciendo acrobacias para divertirse.
Las aves comenzaron a hablar al mismo tiempo y fue gracioso porque solo se escuchaba ruido y nadie entendía nada de lo que decían, así que fue su líder tucán el que pidió silencio para hablar. El tucán les explicó que las aves volaban alrededor de la ciudad, pero que las acrobacias que hacían eran una forma de comunicación entre ellas.
Los cambios de clima estaban provocando que los recursos naturales se acabaran, y las aves descubrieron patrones en la presión del aire que les indicaba como cambiaría el clima en los días siguientes. Las vueltas que daban en el aire era su forma de comunicación: si volaban en picada, quería decir que el clima cambiaría a frío. Si daban vueltas como remolino, significaba que vendrías lluvias y si volaban hacia arriba, vendría una ola de calor.
Todos los animales se quedaron sorprendidos, no tenían idea que las aves habían descubierto esos patrones en el aire y con esto podrían preparase mejor para enfrentar el cambiante clima. Y mientras todos seguían sorprendidos por la labor que cada quien hacía, una guacamaya rompió el silencio para acusar a las tortugas de flojas.
Les dijo que caminaban tan lento que podían pasar días y ellas casi no se movían de lugar y, además, se metían a su caparazón para tomar siestas que duraban horas. Las tortugas se sintieron ofendidas porque efectivamente caminaban muy lento, ¡eso no dependía de ellas! Sus patas eran muy cortas y sus cuerpos pesados, pero habían descubierto que con su lento caminar, podían aplanar las calles y así lograr que estas se vieran parejitas y sin agujeros o baches que pusieran en peligro a los demás habitantes.
Cuando se escondían en sus caparazones, no estaban tomando siestas, sino que estaban usando el peso adicional que les daban para trabajar en aplanar los baches más grandes.
A pesar de que sabían que su labor era muy importante, una tortuga pequeña comenzó a llorar porque no le gustaba que los demás la juzgaran sin saber lo que en realidad hacía. Su mamá tortuga la consoló y le explicó que no podía permitir que la opinión de los demás la afectara de esa manera ya que la estaban juzgando sin conocer en realidad lo que ella hacía por los demás.
Después de un rato donde algunos animales siguieron criticando a otros, se dieron cuenta que lo que pensaban de los demás no era real. Se habían hecho una idea delos demás sólo por lo que veían, pero no en lo que en realidad ocurría.
Cuando el león estaba por dar por terminada la sesión, el lagarto lo interrumpió. Le pidió perdón al elefante por haberlo juzgado y por decir que le daba temor, y a su vez, el elefante dijo a las serpientes que estaba arrepentido por haber pensado que eran flojas y así se hizo una cadena donde todos pidieron disculpas por haber pensado que las cosas eran de la forma en la que pensaban cuando no era así.
Moraleja: todos somos diferentes, tanto física como emocionalmente, pero esto no debe ser razón para criticar a los demás y hacerlos sentir mal ya que como se muestra en la historia, nos podemos hacer una idea en la cabeza sobre alguien y esta idea puede estar equivocada.
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