Siempre he tenido la impresión de que si no lo digo, lo vomito. Por eso lo escribo, para no perder la normalidad en la abstracción de mis miradas, por eso escucho la música que provoca que mi piel se erice y mis pensamientos se pongan a trabajar.
Nick Cave, siempre tan misterioso, tan relajante y enormemente excéntrico, puso en un libro todo eso que había sido metáfora en mi vida. Su música siempre me había parecido hermosa, sus letras y sus poemas me quitan el aliento. No es posible guardar tantos pensamientos y seguir vivo, pensé una vez refiriéndome a él.
La canción de la bolsa para el mareo relata un viaje, una gira por EUA y Canadá, una crónica de los lugares por los que pasa y que pasa alrededor. Pensamientos, frases, poemas, rayones, canciones, en fin… todas esas cosas que el escribe en las imprescindibles bolsas que las aerolíneas facilitan en caso necesario para aquellos de estómago inestable – o en este caso, mente creativa– .
Es como entrar en la mente retorcida, en el mundo maravilloso de un hombre que ha vivido y ha visto cosas que ninguno de nosotros entendería. Mientras escucho Dig, Lazarus, Dig! pienso que ha sido un hombre atormentado con la necesidad de vomitar un poco de todo lo que pasa por su cabeza. Situación afortunada para quienes disfrutamos de su trabajo.
En Canción de la bolsa para el mareo, se refiere a sí mismo como el niño del puente, o mejor dicho, el recuerdo de un niño que no se da cuenta de que es un niño en absoluto. Ahora es un hombre maduro que llama repetidas veces a casa sin respuesta alguna, exceptuando los desesperantes rings.
“En tres horas saldrá a toda prisa de la habitación del hotel.
Avanzará por la ciudad vacía,
cruzando ríos enormes,
conduciendo a través de praderas vacías,
por unas tremendas autopistas de muchos carriles,
bajo el cielo del atardecer,
como un pequeño dios,para estar con ustedes esta noche”.
He sentido la emoción de saber que verás a tus ídolos por primera vez, pero nunca había pensado en la emoción de ellos por salir al escenario, o sus ansías de volver a casa porque nadie contesta el teléfono.
Así que decido tomar mis armas preferidas del domingo: café, música y un libro que me saque de este mundo que cada día está más de cabeza, y me pierdo en la imaginación de otro, me escabullo en el rincón solitario de una mente ajena, atormentada y hermosa, este día es dedicado al genial Nick Cave y todo lo que ha vomitado durante los años en que ha regado su locura en este mundo.
Y me doy cuenta que ese viaje que vivió en todo su abanico de posibilidades pasa del puente, al que regresa de forma constante, a las referencias a sus nueve musas, al dragón que duerme junto a él, para finalmente darse cuenta, aliviado –y aliviado también mi corazón– de que es tiempo de volver a casa.
Por Liz Mendoza
@tangerineliz
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