Una de las clasificaciones universales de los lectores nos divide en dos grupos bien diferenciados: los que rayan, anotan y subrayan los libros y los que no lo hacen bajo ningún concepto.
La verdad siempre he considerado un sacrilegio rayar un libro con bolígrafo, marcador o resaltador. Sin embargo, soy partidaria del subrayado y los apuntes, notas, marcas (en lápiz) en los márgenes. ¡También soy usuaria apasionada de las banderitas de colores!
En cualquier caso, creo que rayar o no rayar los libros propios es una decisión personal y que debe responder al estilo, gusto y personalidad del lector.
Lo que sí considero esencial es que, a la hora de leer, debemos tener en cuenta la ingente cantidad de información a la que estamos expuestos, la infinita lista de distracciones que tenemos y la fragilidad de nuestra memoria.
Debemos tener conciencia de nuestras carencias y limitaciones cada vez que leemos.
¿Cómo retengo lo que me llamó la atención? ¿Cómo resguardo esas líneas que me servirán para dar una conferencia? ¿Cómo rescato esa frase que me servirá para argumentar una idea propia? ¿Cómo establezco una conversación con lo que estoy leyendo?
El gran Julio Cortázar era conocido por ser un gran subrayador y anotador de libros. En su biblioteca descansaban las huellas de esas lecturas apasionadas que sostenía con cada libro que llegaba a sus manos. También es conocido el caso de Mario Vargas Llosa, quien está habituado a realizar anotaciones en los libros que lee, incluso, el escritor peruano en algunos de sus libros incluía calificaciones del 1 al 20.
El resaltado, las notas, los signos que trazamos al margen a modo de recordatorio, representan el diálogo que entablamos con el libro… y muchas veces hacer lecturas sin dejar huellas serán la muestra de que ese libro pasó por nuestras manos sin quedarse en nosotros…
Marca, escribe, resalta, usa banderitas de colores, o simplemente toma notas aparte, lo que quieras, pero lee construyendo diálogos con lo leído…
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