Como todos los años, el 1 de enero marca la entrada al dominio público para escritores, artistas y creativos en general, aunque a diferencia de años anteriores, es la primera vez desde hace dos décadas que se produce un paso masivo de material protegido por derechos de autor al dominio público, un cambio que tendrá profundas consecuencias para algunas editoriales, que pueden perder tanto dinero como el control creativo de esas obras, pero que siempre es una buena noticia para los lectores, que tendrán más ediciones para elegir y serán más baratas, y para los escritores y otros artistas, que podrán crear nuevos trabajos basados en historias clásicas sin ser demandados por infringir la propiedad intelectual.
El motivo de este cambio se debe a que en 1998 se extendió la protección de los derechos de autor en 20 años. A partir de ese momento la ley modificó el plazo de copyright de las obras publicadas entre 1923 y 1977 prolongándolo de 75 a 95 años después de su publicación. Ahora que el plazo ha terminado, cada enero veremos como una gran cantidad de novelas, piezas teatrales, películas y música pasan al dominio público. En el campo de la literatura lo veremos especialmente porque la década de 1920 fue muy fructífera para grandes autores de la talla de F. Scott Fitzgerald, William Faulkner, Ernest Hemingway o Virginia Woolf.
Algunos de los escritores con obras que pasarían al dominio público son Marcel Proust, Willa Cather, Kahlil Gibran, D.H. Lawrence, Agatha Christie, H.P. Lovecraft, Katherine Mansfield, Ernest Hemingway, Aldous Huxley, Sigmund Freud, Zelda Fitzgerald, Virginia Woolf, Joseph Conrad, Edith Wharton, P.G. Wodehouse, E.E. Cummings, William Carlos Williams, Rudyard Kipling, Anthony Trollope, Katherine Mansfield, Robert Frost, George Bernard Shaw o Wallace Stevens.
Es difícil decir exactamente cuántos trabajos entrarán en el dominio público este enero, ya que algunos autores y editores dejaron que sus derechos de autor caducaran, y algunos libros en idiomas extranjeros que se publicaron por primera vez en el extranjero en 1923 pueden permanecer bajo el derecho de autor por ahora, como es el caso de Bambi.
Una vez que los libros pasen a formar parte del dominio público, cualquiera puede vender una edición digital, impresa o de audiolibro en Amazon. Cualquiera puede publicar y vender sus propias secuelas y derivaciones, o lanzar mash-ups de monstruos irreverentes como el best-seller de 2009 Orgullo y prejuicio y zombis. También harán más accesibles obras que hasta el momento han permanecido en el olvido, porque las editoriales a menudo dejan de imprimir libros que no se venden, pero conservan sus derechos de autor, por lo que nadie más puede publicar nuevas ediciones. El punto negativo es el temor expresado por algunos editores y herederos de los derechos de autor, que temen que perder esos derechos haga que aparezcan ediciones de menor calidad, con errores tipográficos y de otro tipo, o trabajos derivados que dañen la integridad de las historias icónicas. Un riesgo que merece la pena correr por el bien del dominio público.
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