Un amigo te dice exactamente lo que necesitas escuchar, no lo que quieres. Creo que con un libro pasa lo mismo.
La motivación se encuentra en las pequeñas cosas, en los detalles que muchas veces nos pasan desapercibidos. Y así, los libros se han convertido en mis mejores mentores.
Sin pedirlo, han llegado a mí los mejores consejos, las mejores enseñanzas y también, por qué no, las mejores malas influencias del mundo gracias a mis libros.
Si me preguntan cómo me motivan los libros, tendría que explicar cómo ponen en funcionamiento mi cerebro, cómo las preguntas salen disparadas y la imaginación crea escenarios que los ojos creyeron que nunca verían.
Ernesto Sabato llegó a mis manos así, por casualidad. No lo andaba buscando, pero lo encontré y decidí que era el momento de conocer sus famosas letras. Unas cuantas líneas me bastaron para que naciera un gran respeto por el hombre que estuvo presente en dos siglos, que vio el pasado y se lamentó del presente.
Escribió:
“El miedo es un síntoma de nuestro tiempo. Al extremo que, si rascamos un poco la superficie, podremos comprobar el pánico que subyace en la gente que vive tras la exigencia del trabajo en las grandes ciudades”.
Lo leí y lo pensé una y otra vez, y entonces supe que el miedo nos impide pensar claramente y mirar al de al lado sin miedos ni prejuicios. Ernesto Sabato me ayudó a comprender que a veces la humanidad decepciona, pero por eso mismo, mi motivación tendría que ser la humanidad misma.
Un libro puede parecer anticuado, pero sus enseñanzas están vigentes a pesar del paso del tiempo. De hecho, son la única forma de preservar nuestra esencia, de mantenernos humanos a pesar del avance vertiginoso de una tecnología que nos va absorbiendo como aspiradora al polvo.
La motivación nace de lo excepcional, de aquello que está fuera de la cotidianidad, de esos detalles que parecen insignificantes, de las letras que dejamos de leer cuando nos sumergimos en las preocupaciones de la vida diaria.
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