Amigos, compañeros de tristezas, de alegrías, malas influencias, maestros de la vida, en fin… los libros son los mejores compañeros que pude haber deseado, y precisamente, este mes de abril, es en el que celebramos su existencia más que en cualquier otro.
El día que conocí a mi mejor amiga, me pareció escandalosa y exuberante, la juzgué por su portada. Y aún hoy, nos reímos de ese fatídico día en el que dos personalidades abismalmente distintas colisionaron y formaron una amistad insuperablemente llena de risas y locuras.
De la misma forma, cuando pienso cómo los libros se fueron convirtiendo en parte de mis días, creo que la realidad se mezcla con la fantasía, y sé que es por eso que creamos una relación extrañamente dependiente y libre al mismo tiempo. Demencia coyuntural.
Todo empezó con una yo del pasado, una niña despeinada e impresionable, que se robó un libro de terror de la biblioteca de su mamá. Sus ojos se desorbitaban a cada oración, hasta que la autoridad matriarcal la descubrió y sus bienes fueron confiscados.
En realidad, más que enojarse, mi mamá se asustó porque creyó que esos libros no eran adecuados para mi – según aseguran los portadores de la buena moral– inocente edad.
Se dirigió de inmediato a visitar a mi profesor de primaria, quien, vale la pena decirlo, me instruyó por primera vez en temas como Romeo y Julieta, Don Quijote de la Mancha, La ninfa Eco, máscaras de Jade, Jaime Sabines, Pink Floyd y el Código Morse, un mundo enorme en las manos de una niña de 8 años.
Así, el profesor se decidió a prestarme un libro del que ahora, sólo recuerdo las ilustraciones. Ese fue el inicio de la curiosidad, sí, esa que mató al gato.
Sin saberlo, el profesor y mi mamá me regalaron la mejor costumbre que haya podido tener jamás, los libros.
Unos años después, cuando el daño estaba hecho, mi papá me pidió, con ojos acuosos y brillantes, que nunca dejara mis libros, ¿por qué? ¿Por qué seguir alimentando mi eterna distracción e imaginación que me lleva por el camino de la fantasía?
Porque me ha brindado libertad, porque me llena la boca de palabras para expresar lo que mi mente produce, porque he conocido mil mentes y mil épocas aunque sólo he vivido una vez.
Porque me han dicho lo que necesito escuchar y porque me han hecho llorar y emocionarme con personajes que se encarnan en mis propias historias.
Gracias a un libro conocí las “nomeolvides”, que ahora son mis flores favoritas por excelencia, gracias a su compañía, logré expresar mi frustración por un mundo desordenado, por medio de palabras y signos, y después tratar de mejorarlo, con acciones que pueden parecer pequeñas, pero que hacen la diferencia en el día de los desconocidos con quienes compartimos en el transcurso del día.
Por eso digo, gracias a esa pequeña rebeldía de una niña leyendo libros inapropiados, hoy puedo festejar tener la libertad de las palabras y sus consecuencias, puedo celebrar una mente explotando a la menor provocación de ideas.
Los abrazo desde donde sea que se encuentren, y celebro que la vida irá poniendo en nuestro camino esos libros que por alguna extraña razón, teníamos que conocer.
Celebremos el día del libro haciendo feliz a alguien más, regalemos un libro, pongamos a rodar las ideas, las mentes y la evidencia de que nuestra civilización se aferra a su propia existencia por medio del lenguaje.
Por Liz Mendoza
@tangerineliz
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