Mis libros, al más puro estilo de los horrocruxes en Harry Potter, se llevan un pedacito de mí entre sus páginas. Guardan en secreto mis lágrimas y mis carcajadas involuntarias, se vuelven una parte de mi historia, y es precisamente de ahí, que recomendar cierta lectura tan apasionadamente, es parte de mi cuestionable forma de ser.
Sin tanto divagar, diré que mis libros develan una parte importante de mi personalidad, esa que nunca saco voluntariamente, esa aparente timidez o silencio excesivo.
Por lo tanto, cuando un lector te haga una recomendación o incluso te preste un libro, ¡no lo tomes a la ligera! En realidad está siendo sincero contigo, se está mostrando transparente y tranquilo como agua en un lago.
Si es que esa persona te interesa, lee el libro que te recomendó, disfrútalo y trata de leer entre líneas, será una forma distinta de conocer autores y también personas.
A ver, piensa en tu libro favorito, piensa en lo que tiene que ver contigo, en la forma en la que describe una parte de ti, tan bien como solamente tú mismo la describirías. Esa es precisamente la conexión que establecemos con nuestros libros, la única razón de tenerlos apilados en estantes y sonreír cada vez que los vemos. Son guardianes de secretos, los mejores, por cierto.
Todos podemos hacer esta radiografía, darnos un momento para pensar sobre los lazos con nuestros libros y escribir algunos resultados de la divagación literaria. Estos son los míos:
Aunque parezca mortalmente seria y fría, soy una romántica incurable y amante del buen sentido del humor. Por eso la Fiesta de la Insignificancia de Milán Kundera es uno de mis favoritos.
Voy por la vida pensando que la consigna que leí en algún lugar que olvidé, es completamente cierta: “Ponga un poeta en su vida” nos hará más felices. Y yo le agregaría poeta-músico porque amo que las casualidades me lleven a las letras de Patti Smith, de Bob Dylan, o del adorado Leonard Cohen.
Mi curiosidad infinita, la angustia que me causa el futuro y las miles de preguntas existenciales se han curado a tragos de Ryszard Kapuściński, Julio Scherer y Jacek Hugo-Bader.
Y hablando de mis monstruos, tan queridos y que siempre me acompañan, me envuelvo en Aldous Huxley, en Edgar Allan Poe, Horacio Quiroga, Julio Cortázar, en fin, esa lista sí es larga.
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