Mi memoria no es lo que yo quisiera. Confunde los sueños con las realidades y olvida aquellas palabras que me obligo a buscar en el diccionario y repetir quinientas treinta y dos veces para no olvidarlas. Se pone a inventar historias y entierra el motivo en el fondo de las macetas.
La poesía no es mi fuerte, no conozco mucho y no pretendo saberlo, pero cuando llegan a mis manos estos libros que
me hacen imposible negar mi naturaleza cursi y tristona, no puedo evitar leerlos una y dos y a veces unas cuantas veces más.
¿Por qué leer las mismas líneas más de una vez? Porque a cada una de ellas eres un ser distinto. Tu humor cambia, tu grado de distracción varía, tus emociones, tus gustos y disgustos, tu necesidad de buscar aquellas palabras extrañas, en fin, somos seres volubles y lo son las historias también.
Por ejemplo, ¿qué es un corazón autista? Uno puede pensar mil cosas. Abres el libro −pequeño y delgadito, y con una ilustración que te deja más confundida que al principio. Esos poetas me dejan intrigada todo el tiempo− y te topas con algo que el autor opta por llamar Pro loco:
Corazón autista (La palabra autismo, del griego auto−de autos, ‘propio, uno mismo’). Asperger indicó que algunos de estos niños hablaban como pequeños profesores acerca de su área de interés, y propuso la teoría de que para tener éxito en las ciencias y el arte uno debía tener cierto nivel de autismo).
Después algunas palabras rebuscadas y comienzan los poemas, uno tras otro como torbellinos, como piedras a mi distraído cerebro con títulos como “Ella no cuenta hormigas”. Digo que estos libros se leen más de una vez porque dejan miles de dudas y por supuesto frases que no se borran de la memoria, o personajes tan parecidos a nosotros mismos que nunca querríamos olvidar.
Después de conocer este libro (Corazón autista), y por supuesto, el primer par de Umberto Eco, me sentí infinitamente curiosa y dediqué mucho tiempo a releerlos y escribir aquellos datos desconocidos en una libreta, para después buscarlos como si estuviera buscando información como agente encubierta. Escribí cosas como Asperger, autismo, Egos, ontología fenoménica, Allan Kardec, Umbanda… y agregué algunos personajes que me enseñaron que “quien quiera infinito, que cierre los ojos” o que los erizos también pueden ser hermosos.
El tiempo es corto y los libros son demasiados, pero nunca llames pérdida de tiempo a releer una historia o un buen poema, porque son como los amigos verdaderos, siempre están ahí cuando más los necesitas.
Por Liz Mendoza
@tangerineliz
Deja un comentario