Enamorarse, a estas alturas todos lo sabemos ya, para bien o para mal, es estar en el ojo del huracán. Es alegría ilimitada pero también drama ilimitado. Es llevar nuestras emociones al extremo, y sobre todo, encontrarse en el reflejo del otro. El amor es ceder.
Y si creían que esto es ya un desastre, ahora imagínense enamorarse de un lector, o pero, ser un lector y enamorarse. Eso sí que es cataclismo.
Dicen los expertos, esos que hacen de la ciencia su estandarte, que los lectores han visto otros mundos, que han estado en otras pieles y que han probado sabores de otras bocas ¿cómo? Pues fácil, a través de la lectura han desarrollado uno que otro sentido extra: la intuición, la empatía y por supuesto la fatalidad y el drama.
Un lector jamás podrá ser tibio, defenderá sus convicciones hasta la locura de la intensidad y peleará por las causas justas hasta las lágrimas. Por eso pregunto, tan seriamente como me permite mi locura lectora: ¿de verdad quieres enamorarte de un lector?
Yo creo que cuando eso pasa, no te das cuenta. Sólo te enamoras y después lo sabes con certeza y sientes miedo o dicha, o las dos cosas juntas, nunca se sabe.
Dicen las malas lenguas que los lectores son inestables, que viven en mundos imaginarios, que idealizan a sus parejas de acuerdo a los personajes de sus libros, que son exigentes y que lloran de todo.
¿Saben cómo lo veo yo? Yo creo que la inestabilidad es señal de cambio constante, de autoconocimiento y comprensión. Así, como mi adorada Janis, que vivía el dolor ajeno como propio y lo reflejaba en sus canciones. Lo de los mundos imaginarios no se los voy a negar, es así, pero si lo piensan ¿quién quiere vivir todo el tiempo en un mundo tan real que quema, que te hace llorar?
¿Qué somos exigentes? Por supuesto, después de leer mentes llenas de ideas, de locuras y de abismos, es necesario que exijamos lo que damos, porque deben saber que los lectores se entregan por completo, con miedo pero valientes, apuestan todo por el objeto de su amor.
Y bueno, llorar de todo… naahhh eso sí que no. Somos más sensibles a los factores externos, vivimos todo a flor de piel y con la intensidad de la marea, pero de eso a ser frágiles, por favor, nada que ver con eso. Nadie más fuerte que un lector que pierde a sus personajes favoritos, que choca con la realidad frecuentemente, que desea entrar en sus páginas y perderse; y al final vuelve al mundo real con la cabeza en alto.
Así que si quieres un buen consejo te diré, si no estás dispuesto a entrar en la tormenta para disfrutar de los amaneceres despejados, entonces nunca te enamores de un lector.
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