El futuro por fin nos alcanzó. Aquello que leímos de niños en libros de Julio Verne se hizo realidad. Crecimos llenos de historias fantásticas que hoy bien podrían ser el diario de cualquier ser humano.
Y aquí vamos, el eterno debate entre tecnología y convencionalismo. Yo, como lectora de la vieja escuela, aprendí a leer sobre papel y a sentirme un poco reacia al salto tecnológico, pero, eso no quita que no haya podido evitar inmiscuirme, meterme hasta el fondo y empaparme de las herramientas que nos hacen la vida fácil.
¡Sí! Sin ayuda de las redes sociales, de los libros en formato electrónico, de las buscadores y las miles de aplicaciones, hoy no podría enriquecer mi acervo literario con esa facilidad con la que todos podemos hacerlo.
Si escucho el nombre de un autor al que no he leído nunca y muero de curiosidad, ya no debo esperar hasta conseguir su libro y poder valorar si me gusta o no, simplemente corro a teclear algunos datos y listo, ¡ya está! Lo leo, conozco su pasado, su país, su lengua… en fin, datos y más datos en los cuales podrías perderte por horas.
Y, no me juzguen, pero aunque los libros en su formato físico siempre serán parte de mi vida y tendrán su lugar privilegiado entre mis paredes, deben saber que estoy conociendo nuevos horizontes.
La tecnología me alcanzó y la verdad, me encanta. Veo videos animados con el intenso poema de mi adorado Allen Ginsberg: Howl; escucho la voz del señor Galeano mientras me cuenta historias de otros mundos y otras latitudes, leo cuentos y me inmiscuyo en las cartas de amor de Joyce y de la genuina habitante de la luna, Alejandra Pizarnik.
Puedo disfrutar a Juan Gelman leyendo unos cuantos epigramas y mirar a esos poetas del otro lado del mundo que justo ahora están sentados leyendo en voz alta para una audiencia callada, que los mira con ojos absorbentes, que los admira porque son libres y porque son poetas, y como dice el dicho: “Si quiere ser feliz, ponga un poeta en su vida”. A decir verdad, no recuerdo si lo vi o lo inventé, pero lo creo y lo afirmo, y como muestra lo escribiré en mi twitter, porque me alcanzan los caracteres y me sobran los motivos para adorar a los poetas que me ha traído la marea de la información de las redes, como Cynthia Franco, que agradezco a la tecnología haber traído a mis días oscuros, porque me sacó diez sonrisas y un par de lágrimas con una sólo pregunta:
¿Qué tiene de temblor ser morena?
Canela, maíz prieto, tostado y molido, pinole del bueno.
Lo demás les tocará investigarlo, como es la costumbre de nuestros caóticos y enamoradizos tiempos.
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