¿Alguna vez te dijeron que eres extraño porque hablas contigo mismo?
Y digo contigo mismo porque no me parece justo decir que hablas solo. Los seres humanos tenemos infinitas posibilidades por explorar, sin embargo nos limitamos a hacer aquello que los demás creen que podemos hacer, dejando miles de recursos sin explotar, y quién sabe, tal vez, eso sea exactamente lo que nos hace felices.
Existe en la literatura ese sentimiento de identificación con algún personaje o incluso con el mismo autor, ya que ellos experimentan en su vida momentos o sensaciones muy parecidos a los que pasamos nosotros mismos todos los días.
Está el caso particular del portugués Fernando Pessoa, quien me enseño a no avergonzarme de mis múltiples facetas y opiniones. A ver si me explico. Más de una vez me dijeron que era una persona contradictoria, que era voluble, que cambiaba de opinión. Y yo, frágil y sensible al rechazo, pensaba y repensaba el porqué de mis cambios o contradicciones. Siempre creí que se debía al cambio inminente que vivimos todos como seres humanos, que las vivencias te van moldeando. Pero están esos días en los que sientes que eres otra persona.
Y bueno, ahí fue donde apareció la mente más vasta que he conocido hasta ahora. Tan grande es su percepción de las cosas, tan distintas sus opiniones, que de él han surgido otras personas –con sus respectivas biografías y cosmovisiones– muy distintas entre sí.
A este tipo de figuras se les llama heterónimos, y a su creador, ortónimo. Los más conocidos de Fernando Pessoa y con mayor producción literaria conocida, son Alberto Caeiro – mi favorito–, Álvaro de Campos y Ricardo Reis. Algunas veces se sentaban todos a la mesa y discutían temas filosóficos en los que nunca concordaban.
Dejémoslo más claro. Alberto Caeiro fue un campesino quien pregonaba la “no filosofía”, creía que los seres humanos solamente somos, sin metafísicas ni explicaciones, sus escritos eran simples y directos, hermosos a mi parecer. Escribe en Guardador de Rebaños:
“Yo no tengo filosofía: tengo sentidos
Si hablo de la Naturaleza no es porque sepa lo que es
Sino porque la amo, y la amo por eso,
Porque quien ama nunca sabe lo que ama”
Por su parte, Álvaro de Campos fue un ingeniero de origen portugués pero formado en la educación inglesa. Vivió con un eterno sentimiento de no pertenecer a ningún lugar. Su consagrado poema Tabaquería, es considerado uno de los más influyentes del siglo XX:
“No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo”.
Ricardo Reis es quizá el más enigmático de los tres, incluso José Saramago escribió El año de la muerte de Ricardo Reis para crear un encuentro entre dicho heterónimo y su creador, Pessoa, ya muerto en aquel entonces. Reis fue un médico portugués que decidió ir a vivir a Brasil cuando en Portugal se instaura la República. Escribe en Oda 140:
“A los que la felicidad
es sol, se volverá la noche.
Pero al que nada espera
todo lo que viene es grato”.
Es así como abrimos la puerta a las posibilidades y quitamos el miedo a la creatividad sin límites y a dialogar con las múltiples versiones de nosotros mismos. Es, como me enseñó Fernando Pessoa, otra vía para conocerte y explicarte a ti mismo.
Deja un comentario